viernes, 28 de marzo de 2014

Lipsbrook III

La bestia de enormes dimensiones andaba lenta y pesada sobre sus seis macizas extremidades que soportaban su abultado lomo. Su rostro ancho de morro alargado como el de un hipopótamo, bufaba en la oscuridad de la noche. No poseía cola alguna, pero el bamboleo de su cuerpo daba pistas de la seguridad que aquel animal poseía. 

Sus enormes colmillos recogían los peces yacentes y en la boca los trituraban sin piedad, era un robusto titán, al poco de su festín, surgieron en distintas zonas de la arboleda unos faroles verdes, entre las sombras aparecieron varias criaturas, pude contar unas cuatro, idénticas a mi agresor. Avanzaban hacia el rocoso titán como la manada de leones lo hacen frente a una presa de mayor envergadura que ellos. Pero su intención no era darle caza, estaban avanzando con respeto ante un ser superior, querían alimentarse del pescado vertido.

Escuché cargar un rifle y pronunciar unos versos de la Biblia, gire mi cabeza y vi al anciano aterrorizado, pálido como la tiza, con el pulso desenfrenado, se acercó y arrancó los motores, el barco comenzó a moverse lentamente y fuimos abandonando el bosque. 

Desde la distancia observaba aquella terrorífica fauna, los horribles faroles verdes se alimentaban del pescado que el titán dejaba y calmaban su apetito. La ferocidad que desprendían asustaría a cualquier ser humano, peleaban entre ellos por los cadavéricos peces de la orilla.

Estaba atónito ante lo que estaba presenciando, tenía que interrogar a aquel hombre. Pero en ese instante, con un arma en su poder, no podía intentarlo, así que me volví a ocultar al fondo de la despensa y esperé a que encallase en el puerto y se marchara para regresar a casa.

Lo que ocurrió la mañana siguiente no merece ser contado, ya que no tuvo mayor relevancia, fue una mañana vacía y aburrida, aguardaba en mi sofá leyendo hasta que llegara la noche e ir a recabar información.

Al anochecer, me fui hacia la biblioteca para recoger a Henri, ya que le debía una explicación sobre lo que me ocurría, no sin antes coger el revolver de mi mesilla para mi posterior interrogatorio al anciano pescador.

De camino a la biblioteca caí en la cuenta de que contarle mi experiencia e intenciones aquella noche sería algo arriesgado. Podría pensar que la ingesta de abundante literatura me había provocado alucinaciones o crear la alarma en el pueblo y desbaratar mi investigación. La cosa era como podría ocultarle la realidad a Henri y en el caso de que falleciese durante la investigación como podría hacerle llegar la noticia de mi extraordinario descubrimiento.

Una vez allí espere al cierre de la biblioteca e invite a Henri a cenar a mi casa, que mejor lugar para hablar de tema tan delicado que la intimidad de mi hogar. Esta vez no acepto mi proposición y me vi obligado a contárselo en aquel lugar, tras cerrar la biblioteca por dentro, me senté junto a él en una de las mesas del enorme salón, justo en el módulo "S" de Stoker, dato que recuerdo por la sensacional novela del autor inglés que tras llegar al pueblo quise leer en versión original sin la pluma escrutadora del traductor. Tras mirarle a los ojos y preguntarme varias veces por mi extraño comportamiento pues me hallaba nervioso y asustado con un incesante temblor en la mano derecha. Le dije:

-Henri, el otro día en el bosque a la medianoche algo me persiguió, era la criatura más extraña que el hombre ha visto jamás, escape por suerte, pero ahí no quedó la cosa y anoche tras seguir a un extraño anciano que robaba pescado en el puerto, descubrí que alimenta a esa bestia y a un enorme titán del tamaño de un hipopótamo, no se quién es ese hombre ni que son esas cosas, pero esta noche estoy dispuesto a descubrirlo, si por alguna razón no regresara habla con las autoridades competentes y acaba con esto. No estoy loco y sé perfectamente lo que vi, aquellas cosas no son de este mundo.

Los ojos se le abrieron atónitos ante mis palabras, sabía perfectamente que mis palabras no eran alucinaciones y sintió el mismo miedo que yo, tardó en reaccionar pues no sabía qué hacer ni decir, al paso de un minuto agarro mi temblorosa mano y me dijo:

- Rober, no sé lo que te propones hacer esta noche, pensemos como descubrir esto sin arriesgar nuestras vidas. Si te refieres al hombre que nos espiaba anoche desde el fondo del bar yo sé quién es, y no precisamente es que sea una persona pacífica. Esta medianoche le abordaremos e intentaremos sacarle información. Pero, por favor no hagas locuras. Cuando la luna alcance la cima de la noche, nos vemos en la taberna de Phillips, hasta entonces no hagas nada raro, y esconde mejor el revolver que llevas escondido en la chaqueta, no quiero acabar esta noche entre rejas.

Había dicho nosotros, no esperaba esa reacción por su parte, no le creía un amigo tan fiel, estaba apuntándose a una misión peligrosa y ni siquiera había pestañeado. Él era padre de familia y tenía gente que le esperaba en casa, pero lo arriesgaba todo por proteger a un amigo. Era digno de admirar, aunque pensé en retirarle si la cosa llegaba a complicarse.

Hice caso de su consejo y deambule por las inmediaciones de la taberna pensando en cómo interrogar a nuestro "amigo", miles de preguntas cruzaron por mi mente y miles de historias sobre el desenlace de la entrevista se sucedieron en mi cabeza. La luna, lenta sobre mi cabeza, se resignaba a alcanzar su cénit, y yo miraba a cada vuelta las manecillas de mi reloj que sincronizadas con el astro andaban pesadas. 

Justo a la llegada de la medianoche, apareció Henri, puntual como siempre, me saludó como el soldado que se despide de su compañero de contienda justo antes de lanzarse a la muerte. Al finalizar su saludo me dio una palmadita en la espalda y entramos a la taberna. Aquella noche aquel lugar me pareció más oscuro que de costumbre, las tenues lámparas bañaban de una luz sepia cada mesa y las caras de los marineros parecían diluirse en el fondo de sus vasos. No se oía jolgorio alguno ni historias inventadas, el camarero no nos atendió con su habitual "amabilidad" y nos sirvió la cerveza desganado, el ambiente en la taberna era demasiado gris y eso me llenó de dudas sobre mi triunfo aquella noche.

A las dos horas de esperar en la barra, entró por la puerta, cruzo su mirada con la mía pero la bajo al ver que no solo yo le miraba fijamente, sino que se encontraba en inferioridad tras la mirada también de Henri.
Se dirigió a la misma mesa que la noche anterior, aunque esta vez pidió un vaso de vino. Mi amigo y yo nos miramos y nos encaminamos a sentarnos junto a él, agarramos dos sillas y las arrastramos hacia su mesa, yo me situé en frente y Henri en su lado derecho. El anciano al estar a escasos centímetros de nosotros palideció y supo perfectamente por nuestra gran seguridad que no tendría más remedio que responder a nuestro interrogatorio. Comencé preguntándole por sus viajes nocturnos al bosque y la misteriosa desaparición de pescado a la medianoche. Él me salió con evasivas haciéndose pasar por senil, al ver que no funcionaba su táctica, pasó a la defensiva y tras dar un golpe en la mesa intentó levantarse, la rápida reacción de Henri, agarrándole por el hombro y empujándole hacia abajo, frenó su huida. En aquel momento saqué lenta y disimuladamente del bolsillo de mi chaqueta el revólver, lo deslice por debajo de la mesa, encañoné su rodilla y lo preparé para abrir fuego. Al notar el frio acero de mi arma, su cara cambió y empezó a colaborar. Nos instó a acompañarle a su barco para que hablásemos en un lugar más tranquilo.

Henri y yo aceptamos, y salimos de aquel lugar, mientras andábamos hacia su barco yo apuntaba hacia su espalda para disuadirle de cualquier intento de fuga, mi intención no era dispararle, era un farol en ocasiones mal disimulado, nunca me he considerado una persona violenta y jamás había disparado un arma.

Henri en cambio era más camaleónico, y parecía ser una persona sin nada que perder, miraba con seriedad a nuestro secuestrado y le empujaba de vez en cuando para que aligerara su marcha. De hecho, debería ser el quien llevara el arma y no yo, aunque me sentía más seguro teniendo el revolver en mi poder.

Al llegar a su pequeño barco, el anciano nos confesó el porqué de sus viajes y la clase de animales que habitaban el bosque, así como su historia:

- Por favor, ya que sois testigos de lo que habita en el bosque y de mis escapadas nocturnas, os contaré la verdad, pero no digáis nada de esto en el pueblo, podría desatarse la locura y sería un peligro para la seguridad de estas gentes. Veréis jóvenes, la localización de este pueblo no es casual, no se debe a que estas tierras sean fértiles o a la gran abundancia de pesca, Rowan asentó aquí a sus gentes por esas criaturas.

En el centro de Londres, a principios del siglo XVIII existía la Orden de Critón, una secta encargada de recorrer los lugares más recónditos del mundo buscando y capturando a criaturas con el fin de crear un ejército de bestias capaz de dominar el mundo. Su misión era acudir a aquellos lugares donde se oyeran rumores de licántropos, bestias del pantano o criaturas similares con el fin de cazarlas y trasladarlas a su sede en Londres donde serían enjauladas para su posterior uso militar. Rowan fue destinado a estas tierras en 1730 ante los rumores de un enorme ser de seis patas que habitaba estos bosques. Se asignaron 30 hombres a su cargo y, en diciembre de 1730 partieron hacia el bosque.

Una fría noche, mientras montaban el campamento fueron atacados por una manada de luminosos, fue una masacre, toda su compañía fue pasto de las garras de aquellas criaturas. Rowan intentó huir pero fue acorralado por una de esas bestias en el interior de una cueva, justo al recibir el ataque del luminoso, el robusto titán salvo su vida y embistió a la criatura. Tras su rescate, Rowan miró a los ojos del animal y en ese instante, se creó un vínculo entre ambos. Creyó que aquella criatura era su ángel de la guarda y le debía sumisión, en una extraña visión de mesías, fundó Lipsbrook, asentándolo a inmediaciones del bosque.
Para proteger a sus habitantes del ataque de los luminosos, cada medianoche partía con su barco a orillas del bosque y arrojaba pescado por la borda para saciarlos.

El pueblo iba bien hasta que en 1768 un grupo de jóvenes desaparecieron al adentrarse en el bosque. Rowan, decidió montar una pantomima para prohibir la entrada al bosque. Una noche dijo a su mujer que iba a coger leña al bosque y desapareció. Su fiel amigo Howard, alcalde de Lipsbrook, conocedor de la farsa, decretó la prohibición al bosque en duelo a la pérdida de Rowan y lo estableció como lugar sagrado. La verdad fue, que  se había marchado aquella noche en dirección a Londres para reunirse con su Orden y contar la "inexistencia" de criaturas en la zona. 

Desde aquel día, mis antepasados, y ahora yo, alimentamos a medianoche a las criaturas del bosque, y mantenemos el secreto a salvo, pasándoselo a nuestros vástagos para que el pueblo y las bestias mantengan su equilibrio.


Ahora que ya sabéis todo lo que teníais que saber os pido que guardéis mejor que yo el gran secreto de este pueblo y que no volváis a adentraros en el bosque.

1 comentario:

  1. Literatura gótica de pura cepa. Atmósfera y misterio recreando la mejor tradición de la literatura de Lovecraft o Poe.

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