Imagino,
que, al final de mi vida, cerrare mis cansados párpados y en mi
mente saltara la imagen de un papel blanco donde se podrá leer "Este
libro se termino de imprimir..." en una localización donde mi
cuerpo inanimado exhaló sus últimos soplos de vida y en el ultimo
año en que fui capaz de observar la belleza de la vida fluir a mi
alrededor.
Puede
que sea un pensamiento amargo y triste, pero es algo bello, acabar
como acaban los frascos de literatura, sentir lo que siente un
escritor al acabar su historia y apuntar la palabra "Fin",
cerrar el taco de hojas escrito,mirar al cielo y sentirte satisfecho
por haber conseguido contar algo que las generaciones venideras
puedan leer. Y si, nuestra vida puede ser contada, podemos legar
nuestras acciones, aventuras... No a través de un libro, pero si a
través del conocimiento de nuestros actos.
Cuando
acabas una lectura, abrazas el tomo y respiras por ultima vez el
aroma que desprende cada una de sus páginas.
Esas
diminutas motas de sabiduría que se despegan de su celulosa, acto
seguido, colocas el libro en la librería con la mente aún
inmiscuida en su historia.
Nuestra
vida, es recordada de igual manera por aquellos lectores que han sido
testigos de nuestra presencia. Al morirnos, nos recordaran por todos
aquellos momentos que hemos compartido junto a ellos, se regocijarán
con anécdotas de nuestra vida y sonreirán, siendo conscientes de
que, a través del recuerdo, seremos motas de felicidad que iluminen
sus vidas como recuerdos de un plácido verano.
Porque
la vida es literatura y la literatura exhala vida.