La bestia de enormes dimensiones andaba lenta y pesada sobre sus seis
macizas extremidades que soportaban su abultado lomo. Su rostro ancho de morro
alargado como el de un hipopótamo, bufaba en la oscuridad de la noche. No
poseía cola alguna, pero el bamboleo de su cuerpo daba pistas de la seguridad
que aquel animal poseía.
Sus enormes colmillos recogían los peces yacentes y en la boca los
trituraban sin piedad, era un robusto titán, al poco de su festín, surgieron en
distintas zonas de la arboleda unos faroles verdes, entre las sombras
aparecieron varias criaturas, pude contar unas cuatro, idénticas a mi agresor.
Avanzaban hacia el rocoso titán como la manada de leones lo hacen frente a una
presa de mayor envergadura que ellos. Pero su intención no era darle caza,
estaban avanzando con respeto ante un ser superior, querían alimentarse del
pescado vertido.
Escuché cargar un rifle y pronunciar unos versos de la Biblia, gire mi
cabeza y vi al anciano aterrorizado, pálido como la tiza, con el pulso
desenfrenado, se acercó y arrancó los motores, el barco comenzó a moverse lentamente
y fuimos abandonando el bosque.
Desde la distancia observaba aquella terrorífica fauna, los horribles
faroles verdes se alimentaban del pescado que el titán dejaba y calmaban su
apetito. La ferocidad que desprendían asustaría a cualquier ser humano,
peleaban entre ellos por los cadavéricos peces de la orilla.
Estaba atónito ante lo que estaba presenciando, tenía que interrogar a
aquel hombre. Pero en ese instante, con un arma en su poder, no podía
intentarlo, así que me volví a ocultar al fondo de la despensa y esperé a que
encallase en el puerto y se marchara para regresar a casa.
Lo que ocurrió la mañana siguiente no merece ser contado, ya que no tuvo mayor relevancia, fue una mañana vacía y aburrida, aguardaba en mi sofá leyendo hasta que llegara la noche e ir a recabar información.
Lo que ocurrió la mañana siguiente no merece ser contado, ya que no tuvo mayor relevancia, fue una mañana vacía y aburrida, aguardaba en mi sofá leyendo hasta que llegara la noche e ir a recabar información.
Al anochecer, me fui hacia la biblioteca para recoger a
Henri, ya que le debía una explicación sobre lo que me ocurría, no sin antes
coger el revolver de mi mesilla para mi posterior interrogatorio al anciano
pescador.
De camino a la biblioteca caí en la cuenta de que contarle mi experiencia e
intenciones aquella noche sería algo arriesgado. Podría pensar que la ingesta
de abundante literatura me había provocado alucinaciones o crear la alarma en
el pueblo y desbaratar mi investigación. La cosa era como podría ocultarle la
realidad a Henri y en el caso de que falleciese durante la investigación como
podría hacerle llegar la noticia de mi extraordinario descubrimiento.
Una vez allí espere al cierre de la biblioteca e invite a Henri a cenar a
mi casa, que mejor lugar para hablar de tema tan delicado que la intimidad de
mi hogar. Esta vez no acepto mi proposición y me vi obligado a contárselo en
aquel lugar, tras cerrar la biblioteca por dentro, me senté junto a él en una
de las mesas del enorme salón, justo en el módulo "S" de Stoker, dato
que recuerdo por la sensacional novela del autor inglés que tras llegar al
pueblo quise leer en versión original sin la pluma escrutadora del traductor.
Tras mirarle a los ojos y preguntarme varias veces por mi extraño
comportamiento pues me hallaba nervioso y asustado con un incesante temblor en
la mano derecha. Le dije:
-Henri, el otro día en el bosque a la medianoche algo me persiguió, era la
criatura más extraña que el hombre ha visto jamás, escape por suerte, pero ahí
no quedó la cosa y anoche tras seguir a un extraño anciano que robaba pescado
en el puerto, descubrí que alimenta a esa bestia y a un enorme titán del tamaño
de un hipopótamo, no se quién es ese hombre ni que son esas cosas, pero esta
noche estoy dispuesto a descubrirlo, si por alguna razón no regresara habla con
las autoridades competentes y acaba con esto. No estoy loco y sé perfectamente
lo que vi, aquellas cosas no son de este mundo.
Los ojos se le abrieron atónitos ante mis palabras, sabía perfectamente que
mis palabras no eran alucinaciones y sintió el mismo miedo que yo, tardó en
reaccionar pues no sabía qué hacer ni decir, al paso de un minuto agarro mi
temblorosa mano y me dijo:
- Rober, no sé lo que te propones hacer esta noche, pensemos como descubrir
esto sin arriesgar nuestras vidas. Si te refieres al hombre que nos espiaba
anoche desde el fondo del bar yo sé quién es, y no precisamente es que sea una
persona pacífica. Esta medianoche le abordaremos e intentaremos sacarle
información. Pero, por favor no hagas locuras. Cuando la luna alcance la cima
de la noche, nos vemos en la taberna de Phillips, hasta entonces no hagas nada
raro, y esconde mejor el revolver que llevas escondido en la chaqueta, no
quiero acabar esta noche entre rejas.
Había dicho nosotros, no esperaba esa reacción por su parte, no le creía un
amigo tan fiel, estaba apuntándose a una misión peligrosa y ni siquiera había
pestañeado. Él era padre de familia y tenía gente que le esperaba en casa, pero
lo arriesgaba todo por proteger a un amigo. Era digno de admirar, aunque pensé
en retirarle si la cosa llegaba a complicarse.
Hice caso de su consejo y deambule por las inmediaciones de la taberna
pensando en cómo interrogar a nuestro "amigo", miles de preguntas
cruzaron por mi mente y miles de historias sobre el desenlace de la entrevista
se sucedieron en mi cabeza. La luna, lenta sobre mi cabeza, se resignaba a
alcanzar su cénit, y yo miraba a cada vuelta las manecillas de mi reloj que
sincronizadas con el astro andaban pesadas.
Justo a la llegada de la medianoche, apareció Henri, puntual como siempre,
me saludó como el soldado que se despide de su compañero de contienda justo
antes de lanzarse a la muerte. Al finalizar su saludo me dio una palmadita en
la espalda y entramos a la taberna. Aquella noche aquel lugar me pareció más
oscuro que de costumbre, las tenues lámparas bañaban de una luz sepia cada mesa
y las caras de los marineros parecían diluirse en el fondo de sus vasos. No se
oía jolgorio alguno ni historias inventadas, el camarero no nos atendió con su
habitual "amabilidad" y nos sirvió la cerveza desganado, el ambiente
en la taberna era demasiado gris y eso me llenó de dudas sobre mi triunfo
aquella noche.
A las dos horas de esperar en la barra, entró por la puerta, cruzo su
mirada con la mía pero la bajo al ver que no solo yo le miraba fijamente, sino
que se encontraba en inferioridad tras la mirada también de Henri.
Se dirigió a la misma mesa que la noche anterior, aunque esta vez pidió un
vaso de vino. Mi amigo y yo nos miramos y nos encaminamos a sentarnos junto a
él, agarramos dos sillas y las arrastramos hacia su mesa, yo me situé en frente
y Henri en su lado derecho. El anciano al estar a escasos centímetros de
nosotros palideció y supo perfectamente por nuestra gran seguridad que no tendría
más remedio que responder a nuestro interrogatorio. Comencé preguntándole por
sus viajes nocturnos al bosque y la misteriosa desaparición de pescado a la
medianoche. Él me salió con evasivas haciéndose pasar por senil, al ver que no
funcionaba su táctica, pasó a la defensiva y tras dar un golpe en la mesa
intentó levantarse, la rápida reacción de Henri, agarrándole por el hombro y empujándole
hacia abajo, frenó su huida. En aquel momento saqué lenta y disimuladamente del
bolsillo de mi chaqueta el revólver, lo deslice por debajo de la mesa, encañoné
su rodilla y lo preparé para abrir fuego. Al notar el frio acero de mi arma, su
cara cambió y empezó a colaborar. Nos instó a acompañarle a su barco para que hablásemos
en un lugar más tranquilo.
Henri y yo aceptamos, y salimos de aquel lugar, mientras andábamos hacia su
barco yo apuntaba hacia su espalda para disuadirle de cualquier intento de
fuga, mi intención no era dispararle, era un farol en ocasiones mal disimulado,
nunca me he considerado una persona violenta y jamás había disparado un arma.
Henri en cambio era más camaleónico, y parecía ser una persona sin nada que
perder, miraba con seriedad a nuestro secuestrado y le empujaba de vez en
cuando para que aligerara su marcha. De hecho, debería ser el quien llevara el
arma y no yo, aunque me sentía más seguro teniendo el revolver en mi poder.
Al llegar a su pequeño barco, el anciano nos confesó el porqué de sus
viajes y la clase de animales que habitaban el bosque, así como su historia:
- Por favor, ya que sois testigos de lo que habita en el bosque y de mis
escapadas nocturnas, os contaré la verdad, pero no digáis nada de esto en el
pueblo, podría desatarse la locura y sería un peligro para la seguridad de estas
gentes. Veréis jóvenes, la localización de este pueblo no es casual, no se debe
a que estas tierras sean fértiles o a la gran abundancia de pesca, Rowan asentó
aquí a sus gentes por esas criaturas.
En el centro de Londres, a principios del siglo XVIII existía la Orden de
Critón, una secta encargada de recorrer los lugares más recónditos del mundo
buscando y capturando a criaturas con el fin de crear un ejército de bestias
capaz de dominar el mundo. Su misión era acudir a aquellos lugares donde se
oyeran rumores de licántropos, bestias del pantano o criaturas similares con el
fin de cazarlas y trasladarlas a su sede en Londres donde serían enjauladas
para su posterior uso militar. Rowan fue destinado a estas tierras en 1730 ante
los rumores de un enorme ser de seis patas que habitaba estos bosques. Se
asignaron 30 hombres a su cargo y, en diciembre de 1730 partieron hacia el
bosque.
Una fría noche, mientras montaban el campamento fueron atacados por una
manada de luminosos, fue una masacre, toda su compañía fue pasto de las garras
de aquellas criaturas. Rowan intentó huir pero fue acorralado por una de esas
bestias en el interior de una cueva, justo al recibir el ataque del luminoso,
el robusto titán salvo su vida y embistió a la criatura. Tras su rescate, Rowan
miró a los ojos del animal y en ese instante, se creó un vínculo entre ambos. Creyó
que aquella criatura era su ángel de la guarda y le debía sumisión, en una
extraña visión de mesías, fundó Lipsbrook, asentándolo a inmediaciones del
bosque.
Para proteger a sus habitantes del ataque de los luminosos, cada medianoche
partía con su barco a orillas del bosque y arrojaba pescado por la borda para
saciarlos.
El pueblo iba bien hasta que en 1768 un grupo de jóvenes desaparecieron al
adentrarse en el bosque. Rowan, decidió montar una pantomima para prohibir la
entrada al bosque. Una noche dijo a su mujer que iba a coger leña al bosque y
desapareció. Su fiel amigo Howard, alcalde de Lipsbrook, conocedor de la farsa,
decretó la prohibición al bosque en duelo a la pérdida de Rowan y lo estableció
como lugar sagrado. La verdad fue, que se había marchado aquella noche en dirección a
Londres para reunirse con su Orden y contar la "inexistencia" de criaturas en la
zona.
Desde aquel día, mis antepasados, y ahora yo, alimentamos a medianoche a
las criaturas del bosque, y mantenemos el secreto a salvo, pasándoselo a
nuestros vástagos para que el pueblo y las bestias mantengan su equilibrio.
Ahora que ya sabéis todo lo que teníais que saber os pido que guardéis
mejor que yo el gran secreto de este pueblo y que no volváis a adentraros en el
bosque.