"El hombre es un lobo para el hombre" dijo Hobbes, en su obra "Leviatán", prueba de ello es esta contienda.
Desde que empezó la guerra allá por 1914, no he visto más que
muerte, dolor y egoísmo por la vida humana.
Nos hemos convertido en autómatas
que matan por su país, disparamos al prójimo por impulso irracional creyendo
que él es el enemigo invasor, cuando en realidad, él es otro soldado como tú,
un joven que se ve arrojado a alistarse para sentirse aceptado socialmente por
su nación, un joven que cree que libra una batalla por la erradicación de la
amenaza invasora, cree que con su lucha se convertirá en héroe y defensor de la
libertad, y no, es una marioneta, manipulada que sirve de pasto para el frente.
Posiblemente no pasará del primer día y
morirá por el impacto de una bayoneta, o por una granada u obús; Correrá suerte
si es herido, ya que se le trasladará a retaguardia, a un hospital donde
jóvenes enfermeras le curarán para que después pueda volver a reincorporarse al
frente, pero que, durante su estancia en él, pueda alejarse de este infierno.
Estaréis pensando, este soldado está loco,
no hace más que apoyar la bondad del enemigo, se limita a humanizar a la bestia
opresora extranjera, pero no, solo os transmito mi visión actual del frente y
mi faceta humanista que se ha desarrollado tras mi contienda.
Hace un mes que huí del campo de
batalla, que retrocedí las líneas aliadas y me refugié en el bosque, voy de
pueblo en pueblo pidiendo comida, hablando con las gentes e intercambiando opiniones.
Sí, soy un traidor, pero, ¿Acaso no lo es aquel que ordena a su pueblo librar
una guerra para hacerse con un vasto imperio? ¿Acaso aquel que entrega a las
manos de la muerte a sus jóvenes ciudadanos no es un traidor? Yo creo que ese
es el traidor y no yo. A mí, me juzgarán por desertor y me fusilarán, pero al
menos, no seré culpable de la muerte de millones de inocentes, y habré dejado
al mundo estas, mis reflexiones, sobre lo que la guerra significa.
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